Con una mente celestial y útiles en la Tierra, Extracto de 50 Días del Cielo (Heavenly Minded and of Earthly Good, Excerpt from 50 Days of Heaven)

Busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra. —Colosenses 3:1-2

Es desde que los creyentes, en gran parte, han dejado de pensar en las cosas del otro mundo, que se han vuelto tan inefi caces en este.  — C. S. Lewis

A través de los años, muchas personas me han dicho: “No deberíamos pensar acerca del Cielo. Deberíamos pensar sólo en Jesús.”

Este punto de vista suena espiritual, ¿no es verdad? Pero se basa en suposiciones incorrectas, y se contradice con toda claridad en las Escrituras.

Colosenses 3:1-2 es un mandamiento directo a concentrar nuestra mente en el Cielo. Concentramos nuestra atención en el Cielo porque amamos a Jesucristo y el Cielo es el lugar donde él vive ahora. Anhelar el Cielo es anhelar a Cristo. Anhelar a Cristo es anhelar el Cielo, porque allí es donde estaremos con él. Es por eso que los hijos de Dios anhelan “una patria mejor” (Hebreos 11:16).

En Colosenses 3:1, la palabra griega traducida “concentren su atención” es zeteo, la cual “denota la búsqueda fi losófi ca general del hombre.” La misma palabra se usa en los evangelios para describir cómo “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10, itálicas añadidas). Zeteo también se usa para describir la forma en que un pastor busca a su oveja perdida (Mateo 18:12), una mujer busca una moneda perdida (Lucas 15:8), y un mercader busca perlas fi nas (Mateo 13:45). Es una búsqueda diligente, activa, resuelta. Así que podemos entender la amonestación de Pablo en Colosenses 3:1 como sigue: “En forma diligente, activa y resuelta busquen las cosas de arriba”—en una palabra, el Cielo.

El verbo zeteo está en tiempo presente, sugiriendo un proceso que continúa. “Continúe buscando el Cielo.” No sólo hable acerca de él, o lea un libro, o escuche un sermón y sienta como que ha cumplido el mandamiento. Si va a pasar la vida venidera viviendo en el Cielo, ¿por qué no pasar esta vida buscando el Cielo para que pueda anticiparlo con ansias y prepararse para él?

El mandamiento, y la explicación, implican que no hay nada automático en cuanto a pensar en el Cielo. De hecho, la mayoría de los mandamientos asume que hay resistencia a obedecerlos, lo cual indica la necesidad del mandamiento. Se nos dice que evitemos la inmoralidad sexual porque esa es nuestra tendencia. No se nos dice que evitemos saltar de los techos de los edifi cios, porque normalmente no batallamos con esa tentación. Todos los días el mandamiento de pensar en el Cielo es atacado de cien maneras diferentes. Todo milita contra pensar acerca del Cielo. Nuestra mente está fi jada en forma tan fi ja en la Tierra que no estamos acostumbrados a pensamientos celestiales. Así que es algo que debemos determinar hacer.

¿Qué ha estado haciendo diariamente para concentrar su atención en las cosas de arriba, para buscar el Cielo? ¿Qué debería hacer en forma diferente?

Tal vez tema que su mente sea “tan celestial que no sea útil en la Tierra.” Tranquilícese, ¡no hay nada de qué preocuparse! Al contrario, muchos de nosotros tenemos una mente tan terrenal que no somos útiles ni para el Cielo ni la Tierra. Como observara C. S. Lewis:

Si usted lee la historia, encontrará que los creyentes que hicieron más por el mundo presente fueron aquellos que pensaron más en el venidero. Los apóstoles mismos, quienes se propusieron lograr la conversión del Imperio Romano, los grandes hombres que le dieron forma a la Edad Media, los evangelistas ingleses que abolieron el tráfi co de esclavos, todos dejaron su marca en la Tierra precisamente porque sus mentes estaban ocupadas con el Cielo. Es desde que los creyentes, en gran parte, han dejado de pensar en las cosas del otro mundo que se han vuelto tan inefi caces en este. Ponga su mira en el Cielo, y lo de la Tierra “le será añadido”: ponga su mira en la Tierra, y no tendrá ninguno de los dos.

Necesitamos una generación de personas con mente celestial que vean a los seres humanos y a la Tierra no simplemente como son, sino como Dios tiene la intención de que sean. Estas personas pasarán a sus hijos un legado mucho más valioso que cualquier herencia.

Debemos comenzar por razonar basándonos en la verdad de Dios revelada. Pero este tipo de razonamiento requerirá que usemos nuestra imaginación, guiada por las Escrituras. Como escritor de literatura no fi cción y maestro de la Biblia, comienzo por ver lo que en efecto dice la Biblia. Como escritor de novelas, tomo esa revelación y la agrego al ingrediente vital de la imaginación.

Como dijera Francis Schaeffer: “El creyente es el hombre verdaderamente libre —es libre para tener imaginación. Esto es también nuestra herencia. El creyente es la persona cuya imaginación debería volar más allá de las estrellas.”

Schaeffer siempre comenzó con la verdad de Dios revelada. Pero nos exhortó a que dejáramos que esa verdad le diera alas a nuestra imaginación. La imaginación no debería volar alejándose de la verdad, sino sobre la verdad.

Tal vez usted esté luchando con mucho dolor y pérdida, pero Jesús dice: “¡Anímense!” ( Juan 16:33). ¿Por qué? Porque la nueva casa está casi lista para usted. El día de la mudanza se acerca. El oscuro invierno está siendo casi mágicamente transformado en primavera. Un día muy pronto usted estará en su hogar por primera vez.

Hasta entonces, lo animo a que encuentre gozo y esperanza a medida que medita en la verdad sobre el Cielo revelada en la Biblia.

¿Por qué no le pide a Dios que haga que su imaginación vuele y que su corazón se regocije?

Gracias, Dios, por el don de la imaginación. En un mundo en el cual con tanta frecuencia las ideas son basadas en arena movediza y son contrarias a la buena doctrina, ayúdanos a estar firmemente basados en tu Palabra. Ayúdanos a estar saturados en la enseñanza que hay en ella. Gracias por prometernos “muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir” en tu reino eterno.


Extracto de 50 Días del Cielo by Randy Alcorn, Día 2


Heavenly Minded and of Earthly Good

Set your hearts on things above, where Christ is seated at the right hand of God. Set your minds on things above, not on earthly things. — Colossians 3:1-2

It is since Christians have largely ceased to think of the other world that they have become so ineffective in this. — C. S. Lewis [1]

Over the years, a number of people have told me, “We shouldn’t think about Heaven. We should just think about Jesus.”

This viewpoint sounds spiritual, doesn’t it? But it is based on wrong assumptions, and it is clearly contradicted by Scripture.

Colossians 3:1-2 is a direct command to set our hearts and minds on Heaven. We set our minds on Heaven because we love Jesus Christ, and Heaven is where he now resides. To long for Heaven is to long for Christ. To long for Christ is to long for Heaven, for that is where we will be with him. That’s why God’s people are “longing for a better country” (Hebrews 11:16).

In Colossians 3:1, the Greek word translated “set your hearts on” is zeteo, which “denotes man’s general philosophical search or quest.” [2] The same word is used in the Gospels to describe how “the Son of Man came to seek and to save what was lost” (Luke 19:10, emphasis added). Zeteo is also used to describe how a shepherd looks for his lost sheep (Matthew 18:12), a woman searches for a lost coin (Luke 15:8), and a merchant searches for fine pearls (Matthew 13:45). It is a diligent, active, single-minded pursuit. Thus, we can understand Paul’s admonition in Colossians 3:1 as follows: “Diligently, actively, single-mindedly pursue the things above”—in a word, Heaven.

The verb zeteo is in the present tense, suggesting an ongoing process. “Keep seeking Heaven.” Don’t just have a conversation, read a book, or listen to a sermon and feel as if you’ve fulfilled the command. If you’re going to spend the next lifetime living in Heaven, why not spend this lifetime seeking Heaven so you can eagerly anticipate and prepare for it?

The command, and its restatement, implies there is nothing automatic about setting our minds on Heaven. In fact, most commands assume a resistance to obeying them, which sets up the necessity for the command. We are told to avoid sexual immorality because it is our tendency. We are not told to avoid jumping off buildings because normally we don’t battle such a temptation. Every day, the command to think about Heaven is under attack in a hundred different ways. Everything militates against thinking about Heaven. Our minds are set so resolutely on Earth that we are unaccustomed to heavenly thinking. So we must work at it.

What have you been doing daily to set your mind on things above, to seek Heaven? What should you do differently?

Perhaps you’re afraid of becoming “so heavenly minded that you’re of no earthly good.” Relax—you have nothing to worry about! On the contrary, many of us are so earthly minded we are of no heavenly or earthly good. As C. S. Lewis observed,

If you read history you will find that the Christians who did most for the present world were just those who thought most of the next. The Apostles themselves, who set on foot the conversion of the Roman Empire, the great men who built up the Middle Ages, the English Evangelicals who abolished the Slave Trade, all left their mark on Earth, precisely because their minds were occupied with Heaven. It is since Christians have largely ceased to think of the other world that they have become so ineffective in this. Aim at Heaven and you will get earth “thrown in”: aim at earth and you will get neither. [3]

We need a generation of heavenly minded people who see human beings and the earth itself not simply as they are, but as God intends them to be. Such people will pass on a heritage to their children far more valuable than any inheritance.

We must begin by reasoning from God’s revealed truth. But such reasoning will require us to use our Scripture-enhanced imaginations. As a nonfiction writer and Bible teacher, I start by seeing what Scripture actually says. As a novelist, I take that revelation and add to it the vital ingredient of imagination.

In the words of Francis Schaeffer, “The Christian is the really free man—he is free to have imagination. This too is our heritage. The Christian is the one whose imagination should fly beyond the stars." [4]

Schaeffer always started with God’s revealed truth. But he exhorted us to let that truth fuel our imagination. Imagination should not fly away from the truth but upon it.

You may be dealing with great pain and loss, yet Jesus says, “Be of good cheer” (John 16:33, nkjv). Why? Because the new house is nearly ready for you. Moving day is coming. The dark winter is about to be magically transformed into spring. One day soon you will be home—for the first time.

Until then, I encourage you to find joy and hope as you meditate on the truth about Heaven revealed in the Bible.

Why not ask God to make your imagination soar and your heart rejoice?

Thank you, God, for the gift of imagination. In a world where ideas are so often grounded in quicksand and are contrary to sound doctrine, help us to be firmly based in your Word. Help us to be saturated in its teaching. Thank you for promising us “immeasurably more than all we ask or imagine" [5] in your eternal Kingdom.


Excerpt from 50 Days of Heaven by Randy Alcorn, Day 2.


Notes:
1   C. S. Lewis, Mere Christianity (New York: Collier, 1960), 118.
2   Gerhard Kittel and Gerhard Friedrich, eds., Geoffrey W. Bromiley, trans. and ed., Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1964-76), 2:288.
3   Lewis, Mere Christianity, 118.
4   Francis Schaefer, Art and the Bible (Downer’s Grove, Ill.: InterVarsity, 1973), 61.
5 Ephesians 3:20.

Randy Alcorn (@randyalcorn) is the author of over sixty books and the founder and director of Eternal Perspective Ministries

Topics