El afecto acumulativo de nuestras pequeñas decisions (The Cumulative of Our Little Choices)

¿Alguna vez has visto un socavón? Los autos pueden estar estacionados en una calle día tras día, y todo parece normal. Luego un día el asfalto se colapsa y los autos desaparecen en un agujero gigantesco.

Todo el mundo dice: “Ese agujero apareció de la nada”. Pero están equivocados. El agujero aparece repentinamente, pero el proceso que llevó a ello sucedió durante muchos años. La erosión subterránea era invisible, pero había estado allí todo el tiempo.

De la misma manera, a veces, cuando un hombre comete adulterio y abandona a su familia, parece haber pasado “de la noche a la mañana”. No ha sido así.

Los socavones nos recuerdan dos cosas: primero, algo puede verse bien por afuera cuando por debajo hay problemas graves que han estado sucediendo por años y el desastre está a punto de ocurrir. En segundo lugar, nuestras vidas se ven afectadas por decisiones pequeñas, que tienen efectos acumulativos y que pueden resultar ya sea en fortaleza o desastre moral.

Un ariete puede golpear la puerta de una fortaleza mil veces, y puede parecer que ninguno de los impactos tiene algún efecto, pero finalmente la puerta cede. De manera similar, las acciones pecaminosas no salen de la nada: son el producto acumulativo de pequeñas concesiones morales hechas a lo largo del tiempo, que finalmente resultan en un comportamiento impío. Por otro lado, es igualmente cierto que las acciones piadosas son el producto acumulativo de elecciones pequeñas a favor de la justicia, acciones habituales que honran a Cristo.

¿En quién te estás convirtiendo?

Todos los días nos estamos convirtiendo en alguien. La pregunta es: ¿en quién? El autor Jerry Bridges, al oírme hablar de este tema, me dijo que Dawson Trotman, fundador de The Navigators (Los navegantes), solía decir: “Algún día serás en lo que ahora te estas convirtiendo”.

La Escritura habla de este proceso de desarrollo del carácter: “Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2 Corintios 3:18).

En quién te convertirás será el resultado acumulativo de las elecciones diarias que hagas. “Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va aumentando en resplandor hasta que es pleno día.” (Proverbios 4:18). Esta es la razón por la que las Escrituras nos advierten continuamente acerca de tomar decisiones equivocadas: “No entres en la senda de los impíos, ni vayas por el camino de los malvados. Evítalo, no pases por él; apártate de él y sigue adelante” (Proverbios 4:14–15).

Te conviertes en lo que eliges contemplar. Contempla a Cristo, y te volveras semejante a Cristo. Contempla la superficialidad y la inmoralidad, y es igualmente predecible en qué te convertirás.

Decisiones para la piedad

“Una larga obediencia en la misma dirección” (tomando prestada una frase de Eugene Peterson) se mantiene con las pequeñas decisiones que tomamos cada día. La mayoría de nosotros sabemos la diferencia entre comer queso cottage y donas, o la diferencia entre un entrenamiento diario y pasar la vida en un sofá. Lo que como, y si hago ejercicio o no, determinará el estado de mi cuerpo. Lo mismo ocurre con nuestras vidas espirituales. Ya sea que lea la Biblia y buenos libros, o que pase mis mejores horas viendo televisión y mirando mi teléfono, eso me convertirá en la persona que seré de aquí a unos años. Debo disciplinarme hoy, no por la disciplina en sí, sino con el propósito de la piedad (1 Timoteo 4:7-8).

El salmo 1 dice que el que medita continuamente en la palabra de Dios “será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y su hoja no se marchita”. Los árboles no eligen dónde ubicarse, pero nosotros sí. Nosotros determinamos cuáles serán nuestras fuentes de alimentación.

Desarrollar hábitos piadosos                                             

Seguir a Cristo no pasa por arte de magia. Requiere acciones repetitivas de nuestra parte que se convierten en hábitos y disciplinas de vida. Nuestra espiritualidad depende del desarrollo de estos pequeños hábitos, como la lectura, memorización de la Biblia y la oración. Paso a paso, día tras día, nos convertimos en el tipo de persona que crece en semejanza a Cristo. Una vez que desarrollemos hábitos que honran a Cristo y experimentemos sus recompensas, instintivamente volveremos nuestras mentes a lo que nos hace felices en Cristo.

Dentro de una década, ¿te gustaría mirar hacia atrás a tu vida y saber que siempre has tomado buenas decisiones sobre comer saludable y hacer ejercicio regularmente? Por supuesto. Pero hay una gran brecha entre los deseos y la realidad. El puente sobre la brecha es el dominio propio, un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23).

La clave para el dominio propio es la disciplina, la cual produce a largo plazo una trayectoria de pequeñas elecciones en las que nos rendimos al Espíritu de Dios, y esto da como resultado nuevos hábitos y estilos de vida. De hecho, ser controlados por el Espíritu y el dominio propio están interrelacionados en las Escrituras, porque el dominio propio piadoso es una entrega del yo al Espíritu Santo.

Es cierto que somos criaturas de hábitos, pero también es cierto que Cristo puede capacitarnos para formar nuevos hábitos.

Tus decisiones hoy

Entonces, ¿cómo puedes empezar a tomar las pequeñas decisiones correctas? Efesios 5:15-16 nos dice: “Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo”. ¿Por qué no aprovechar dos horas de tu día que habrías gastado en televisión, periódicos, videojuegos, teléfonos, trabajar horas extras, o pasatiempos? Cambia tus hábitos. Pasa una hora meditando o memorizando las Escrituras. Pasa la otra hora leyendo un buen libro. Comparte lo que estás aprendiendo con tu cónyuge e hijos, o un amigo.

Escucha las Escrituras, audiolibros y música de alabanza mientras doblas la ropa, arrancas la maleza, o conduces. Di “no” a la radio hablada o la radio deportiva, no porque sean malas sino porque tienes algo mejor qué hacer. Ayuna de la televisión, internet, y las redes sociales durante una semana. Descubre todo el tiempo que tienes. Redime ese tiempo al establecer nuevos hábitos para cultivar tu vida interior y aprender a permanecer en Cristo. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer” (Juan 15:5).

¡Podemos recurrir hoy al poder de Cristo para tomar decisiones que lo honren, nos traigan mucho gozo, y nos ayuden a convertirnos en el tipo de personas que queremos ser dentro de diez años!


 The Cumulative of Our Little Choices

 The Cumulative of Our Little Choices

Have you ever seen a sink hole? Cars can be parked on a street day after day, and everything appears normal, then one day the asphalt caves in and cars disappear into a gigantic hole.

Everybody says, “That hole came out of nowhere.” But they’re wrong. The hole appears suddenly but the process that led to it has gone on for many years. The underground erosion was invisible, but it was there all along.

Likewise, sometimes when a man commits adultery and abandons his family, it appears to have come “out of the clear blue sky.” It hasn’t.

Sink holes remind us of two things: first, something can look good on the outside, when underneath major problems have been going on for years, and disaster’s about to happen. Second, our lives are affected by little choices, which have cumulative effects that can result in either moral strength or moral disaster.

A battering ram may hit a fortress gate a thousand times, and no one impact seems to have an effect, yet finally the gate caves in. Similarly, sinful actions don’t come out of nowhere—they’re the cumulative product of little moral compromises made over time, which ultimately result in ungodly behavior. On the other hand, it’s equally true that godly actions are the cumulative product of small, habitual, and Christ-honoring choices for righteousness.

Who Are You Becoming?

Every day we’re becoming someone—the question is, who? Author Jerry Bridges, hearing me address this, told me that Dawson Trotman, founder of The Navigators, used to say, “You are going to be what you are now becoming.”

Scripture speaks of this process of character development: “And we all, with unveiled face, beholding the glory of the Lord, are being transformed into the same image from one degree of glory to another” (2 Corinthians 3:18).

Who you become will be the cumulative result of the daily choices you make. “The path of the righteous is like the first light of dawn, which shines brighter and brighter until full day” (Proverbs 4:18). This is why Scripture continually warns us against wrong choices: “Do not enter the path of the wicked and do not walk in the way of the evil. Avoid it; do not go on it; turn away from it and pass on” (Proverbs 4:14–15).

You become like what you choose to behold. Behold Christ, you become Christlike. Gaze upon superficiality and immorality, and it’s equally predictable what you’ll become.

Choices for Godliness

"A long obedience in the same direction," to borrow a Eugene Peterson phrase, is sustained by the small choices we make each day. Most of us know the difference between eating cottage cheese and donuts, or the difference between a daily workout and spend­ing life on a couch. What I eat and whether I exercise will determine the state of my body. The same is true of our spiritual lives. Whether I read Scripture and great books, or spend my best hours watching TV and looking at my phone, will make me into the person I will be several years from now. I should discipline myself today, not for discipline’s sake, but for the purpose of godliness (1 Timothy 4:7, 8).

Psalm 1 says the one who continually meditates on God’s Word “is like a tree planted by streams of water that yields its fruit in its season and its leaf does not wither.” Trees do not choose where to place themselves, but we do. We determine what our sources of nourishment will be.

Developing Godly Habits

Following Christ isn’t magic. It requires repeated actions on our part, which develop into habits and life disciplines. Our spirituality hinges on the development of these little habits, such as Bible reading and memorization and prayer. In putting one foot in front of the other day after day, we become the kind of person who grows in Christlikeness. Once we develop Christ-honoring habits and experience their rewards, we’ll instinctively turn our minds to what makes us happy in Christ.

A decade from now, would you like to look back at your life, knowing you’ve made consistently good decisions about eating right and exercising regularly? Sure. But there’s a huge gap between wishes and reality. The bridge over the gap is self-control, a fruit of the Spirit (Galatians 5:22–23).

The key to self-control is discipline, which produces a long-term track record of small choices in which we yield to God’s Spirit, resulting in new habits and lifestyles. In fact, Spirit-control and self-control are interrelated in Scripture, because godly self-control is a yielding of self to the Holy Spirit.

It’s true we are creatures of habit—but it’s also true Christ can empower us to form new habits.

Your Choices Today

So how can you start to make the right small choices? Ephesians 5:15-16 tells us to “Look carefully then how you walk, not as unwise but as wise, making the best use of the time.” Why not redeem two hours of your day that you would have spent on television, newspa­per, video games, phone, working overtime, or hobbies? Change your habits. Spend one hour meditating on and/or memorizing Scripture. Spend the other hour reading a great book. Share what you’re learn­ing with your spouse and children, or a friend.

Listen to Scripture and audio books and praise music while you fold clothes, pull weeds, or drive. Say no to talk radio or sports radio, not because they’re bad but because you have something better to do. Fast from television, the Internet, and social media for a week. Discover how much more time you have. Redeem that time by establishing new habits of cultivating your inner life and learning to abide in Christ. “I am the vine; you are the branches. Whoever abides in me and I in him, he it is that bears much fruit, for apart from me you can do nothing” (John 15:5).

May we call upon Christ’s strength today to make choices that will honor Him, bring us great happiness, and help us become the kind of people we want to be ten years from now!

Looking for further resources to help you grow in your Christian walk? Randy has compiled a list of recommended books, blogs, websites, and software to help readers go deeper into God’s Word and draw closer to Jesus.

This article also appeared in EPM’s new issue of Eternal Perspectives, which you can read online

Photo by David Martin on Unsplash

Randy Alcorn (@randyalcorn) is the author of over sixty books and the founder and director of Eternal Perspective Ministries

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